sábado, 17 de octubre de 2009

Décimo primera entrada. Ausencia:

Me han citado para un adiós y éste es importante. Cojo mi camisa negra, unos pantalones grises y una chaqueta conjuntada con los pantalones. Es temprano y el agua un tanto fría me despierta, mirando al chorro de agua que cae desde arriba me quedo pensando...el sonido del agua es ta~~an dulce...pensamientos fugaces del tipo, ¿cómo?¿Qué?¿Por qué?
Una vez vestido cojo una corbata negra y mi sombrero junto con unos zapatos negros. Decido dejar hoy los pinchos y las cadenas. Bajo a mi perra, faltan horas aún para la "ceremonia", pero decido estar un rato andando lentamente mientras veo correr a mi pastor belga, saltando, intentando hacer compañeros de juegos a animales como las mariposas...una visión tan inocente no hace más que arrancarme una sonrisa.
Vuelvo a mi casa y me peino para la ocasión, el flequillo hoy es adecuado. Aún me sobra tiempo, así que me cepillo los dientes y salgo andando, con las manos en los bolsillos y escuchando música, sólo me separa poquísimo de mi casa a mi destino, pero el camino se me hace larguísimo.
Por fin llego al tanatorio, en la entrada veo caras conocidas, algunos se abrazan y otros miran al vacío con cierta indignación. Llego a la puerta y escucho saludos entre lágrimas, muchos empiezan a buscar en mi normalmente abstracta mente una respuesta a este suceso, pero lo cierto es que aún sabiendo por qué pasó, no encuentro respuesta.
Entro a una gran sala, hay una escalera a la izquierda, la subo y voy a la habitación asignada, todo está lleno de llantos y la gente que falta está buscando el consuelo de la nicotina en la entrada. Mi cara, la verdad, es que no cambia mucho, sigo con la expresión con la que llegué. Todos preguntan al cuerpo de mi amigo, el cual yace en una tumba abierta, por qué lo hizo. Yo simplemente me limito a mirar a sus ojos cerrados preguntándome si dentro estará una mirada fría de despedida o una caliente de recibimiento...
Algunos empiezan a entonar discursos sin sentido en los que frases como "no somos nadie", "¿por qué el y no yo?" entre otras, se repetían con cierta frecuencia. En el momento en el que el silencio llega a aquella habitación respiro hondo, cierro los ojos y sin separar los ojos de sus ojos cerrados entono mi propia conclusión:
"Hace sólo unos años que lo conozco, he vivido risas suyas, pero nunca había visto a Samuel triste, era una especie de máscara constante y nunca buscó en los demás ayuda de ningún tipo si no la creyese estrictamente necesaria...cuando alguien muere la gente suele etiquetarlo como una persona buena y sin problemas, pero la verdad es que Samuel, al menos delante mía tuvo pocos, y los que tuvo, los supo esquivar de forma que me sorprendía. Samuel ha sido alguien que siempre me ha despertado incógnitas por su forma de ser, era alguien muy inteligente que sabía respuestas para todo aquello que no las tenía en mi cabeza, sin embargo, nunca se preguntó el por qué de aquello a lo que no encontraría una respuesta clara, lo que me pareció bastante eficiente. Su cabeza muchas veces la he envidiado, y sé que es por su capacidad, pero nunca fue por sus razonamientos, él nos ha dejado a algunos una soledad irreemplazable, un vacío oscuro y doloroso...pero también nos ha dado como salida una valiosa enseñanza, y es que las máscaras pesan demasiado para llevarlas solos, y muchas veces necesitamos compartir su peso con alguien. Samuel ha sido un amigo para mi y no recuerdo haber tenido ningún enfado con él, era un gran chico, como todos los que se mueren, pero él lo era sinceramente..."
Tras decir esto bajé mi cabeza y miré al suelo, de repente me vinieron a la cabeza varios recuerdos que invocaron a 2 lágrimas y una sonrisa. Acto seguido miré a mis amigos y salimos. Volvimos por el camino del carrefour a nuestra casa, pero antes entramos y compramos bebidas, y antes de volver nos sentamos en un banco, levantamos nuestros licores y volví a alzar mi voz para decir:
"Quizás te hayas ido tú, pero los que hemos muerto hemos sido nosotros..."
Frase que precedió a un largo trago.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Décima entrada. Caminos:

Hoy da un vuelco la carne al saber de la existencia de un vecino escondido en la buhardilla. La pequeña comunidad de vecinos no soporta inquilinos molestos en los pisos de alquiler, así que decidieron ir, infantilmente, a saber si era alguien digno de su silencio, alguien a quien hablar en el rellano, alguien a quien pedirle un poco de azúcar...
Llegó un señor robusto que llevaba ya mucho tiempo en la comunidad, no había dado muchos sobresaltos y había sido ejemplar en el pago, así que nunca tuvo problemas con los demás vecinos, pues bien sabido era que era muy sociable. Entró en la pequeña buhardilla a hablar con el vecino, el cuál, ante el asombro de los otros, había dejado la puerta abierta y una invitación a la libre entrada.
Horas pasaron hasta que el señor, palidecido y sin mediar palabra se fue meditabundo a su casa mientras los demás lo seguían con la mirada...
El siguiente fue un rebelde adulto con más pinta de adolescente que de lo último. Un inestable joven que solía dar problemas a la comunidad, pero todo el mundo sabía que era un buen chico y que nunca haría mal superior a travesuras dignas de alguien que nunca llegó a poder expresarse, por miedo o por otras circunstancias...salió tranquilo y con una sonrisa, parecía haber encontrado alguien con quien hablar de inquietudes y alguien con quien debatir sus opiniones sobre trivialidades, sonriente invitó a los demás a entrar, pues dentro, las cosas cambiarían.
Los demás vecinos asombrados por las 2 reacciones tan distintas decidieron a entrar lenta e individualmente, pasaron con la primera impresión los más antiguos, con la segunda algunos nuevos y con una tercera impresión un grupo mínimo de niños, que junto con juguetes y risas, salieron a estrenar nuevos juegos a la calle.
Quiso el señor X hablar con tan sorprendente inquilino. Unos minutos después, subidos todos los pisos en un ascensor contempló como salían sus piernas doloridas y con sufrimiento bajo un manto de telas que ocultaban las marcas de sus experiencias. Vio sus manos una última vez antes de tocar aquel pomo, esas manos llenas de manchas por la vida de luchador que había levado y con la mirada firme cruzó la puerta decidido. Unos pasos después notó pocos cuadros, quizás los necesarios, situados en posiciones estratégicamente situadas para que en cada momento del día unos cobrasen distinta importancia debido a las luces. En este momento, las 15:47, hora a la que todos comían, unos aún con los ojos muy abiertos, observando todo, otros con una mirada pilla y joven, en esta hora, un cuadro en el que un barquito navegaba en medio del mar relajado hacia un muelle acogedor, cobraba importancia sobre los demás, cada uno más peculiar que el otro. Cruzó el señor X un pasillo estrecho con paredes tono sepia y vio a la derecha una cocina pequeña con una simple olla hirviendo y un vaso de lo que parecía ser un zumo natural junto al fregadero. Pasó una puerta junto a la de la cocina y llegó a una estancia cuadrada que tenía una pequeña ventana, y frente a esta había un señor mirando por ella, sentado en una mecedora.
El señor X, que todo lo relacionaba con el espacio aún no se explicaba como una buhardilla tan pequeña podía ser tan aprovechada como para tener tanto, aunque echó en falta un dormitorio o un cuarto de baño, pero no echó demasiada cuenta a sus quejas y se decidió a llamr la atención de este hombre, aunque la verdad, dos segundos antes de poder empezar a preguntarse cómo hacerlo el hombre giró un poco la cabeza y dijo:
-Hola.-Su voz sonaba como si pudiese tranquilizar y poner nervioso al mismo tiempo, una voz grave que inspiraba confianza y una gran decisión en todas sus palabras.
-Hola-pronunció el señor X mientras se quitaba su sombrero color marrón y esbozaba una sonrisa en tono jovial-Dicen que es usted nuevo, ¿podría decirme su nombre?
-Nuevo...nuevo...cuando la manzana cayó sobre Newton y éste formuló la teoría de la gravedad eso se consideró nuevo, sin embargo, era aún más antigua que ellos.-Dijo mientras se levantaba con dificultad sobre unas piernas esqueléticas-¿Le apetece un poco de café?
-Me deja usted impresionado, ¿lleva usted mucho tiempo aquí?
Una sonrisa dulce apareció en los labios de aquel hombre mientras se dirigía a la cocina, segundos antes de empezar a hablar sin interrupción.
-La verdad, llegué poco antes de que se montase revuelo en esta comunidad, por lo tanto no soy tan antiguo, soy, según llego a adivinar, más anciano que usted, mi nombre es James Dix, y vine aquí para vivir mis exactos 3 meses de vida. Nací hace exactamente 108 años, he vivido guerras, hambrunas, alegrías y épocas en las que la gente quemaba dinero sin pudor.[...] A los 10 años se me diagnosticó una enfermedad que me obligó a permanecer en una burbuja desde esa temprana edad hasta los 30 años. A los 30 años conseguí sociabilizarme débilmente, sin embargo, conseguí encontrar gente que compartía como yo una verdadera ilusión por la vida, éramos 5 personas que vivíamos por y para ver amaneceres, puestas de sol, mariposas volando, bandadas de pájaros...[...]2 años después, en ese mismo grupo de 5 personas, conseguí estrechar lazos con Tina Huit, la que se convertiría en mi esposa, estuvimos casados desde que tenía 34 años hasta que tenía 87, edad a la que sufrí su abandono eterno, pero no la culpo, ella no decidió irse...aún así, me dejó solo, y ver los amaneceres no era lo mismo, ni las mariposas, ni las aves...[...]decidí entonces dar una vuelta al mundo debido a que había sobrepasado ya ampliamente la esperanza de vida. Achaqué esta casualidad a que algo o alguien me tenía una finalidad guardada, algo que tenía que hacer antes de irme...así que la busqué, en la India, en América, en París...en muchos lugares hasta terminar aquí. Hoy día, a mis 108 años y 9 meses, vivo según una decisión que tomé en mi último país visitado, y es que si no conseguía encontrar esa causa que me mantenía vivo me suicidaría 1 año después de haber cumplido 108 años.[...]
Ante el relato tan maravilloso contando con tanto detalle y, conjuntamente, tan breve el señor X no pudo evitar tener que sacar su pañuelo para secarse las lágrimas y preguntar en una interrupción por qué decidió suicidarse.
El señor James lo miró a los ojos y se le acercó y le dijo:
-Chico, me propuse de pequeño vivir para siempre, con el tiempo he visto que todo lo que quise de niño fue una estupidez exceptuando una cosa, ser libre. He visto que todo es pasajero y ni siquiera el amor más grande es capaz de sobrevivir al achaque de la naturaleza tan sabia como cruel.
-Pero...
-He vivido 108 años y 9 meses, todos vivís la vida tan rápido como queréis, sin embargo me frenáis a mi, que he vivido una vida lenta. He notado por tu entrada que viniste por el ascensor, ya que los pasos han sido uniformes, no te has quedado quieto, y las pulsaciones sólo han cambiado al escucharme, has subido 3 plantas rápidamente pero me pides a mi que frene el avance de mis decisiones...
-Señor, no creo que sea justo que usted...en fin...
-Chico, mi mujer me pidió en su lecho de muerte que si algún día tenía que hacer algo importante, lo fuese tanto como para cambiar la mente de todos aquellos que pueda. No tengo descendencia, pero tengo gente que gracias a mi ha descubierto otra filosofía de vida...
Tras una larga discusión, el señor X salió de la buhardilla con una frase marcada "...y cuando yo me vaya llegará otro, y cuando ése llegue, ése será el problema...", el señor X se sentó en los escalones de un piso más abajo, y al darse cuenta de que había bajado los escalones automáticamente aún teniendo el ascensor en la planta alta, había pasado junto a él y había bajado lentamente, escalón a escalón. Justo en ese momento, mientras reflexionaba, observó sin dejar de sorprenderse, que una mariposa volaba junto a él y se posaba en su mano, éste la miró absorto y al ver su mano vio una ausencia de manchas y una fuerza en ellas que hacía tiempo que no sentía. Con algo en su interior que no podía describir subió corriendo escaleras arriba (aunque no se dio cuenta de que podía correr tras 40 años sin hacerlo) y al llegar arriba observó con espanto que el inquilino había cerrado la puerta. X aporreó la puerta impasivamente hasta que esta se abrió dejando paso a la cabeza de un hombre con pinta de serio, con gafas y con un libro cerrado en la mano derecha.
-¿Qué desea?
-¿¡Dónde está James Dix?!
-Ese pobre loco murió hace unos 3 minutos.
X no salía de su asombro, para el inquilino 3 minutos parecían un tiempo tan lejano que incluso alguien que hubiese nacido 1 hora antes que él lo hubiese llamado carcamal. X se alejó de la puerta y reflexionó, pero a lo único a lo que llegó es que los cambios ocurren de repente y que a veces son necesario después de haber absorbido suficiente.
X al día siguiente compró una libreta y cada día fue una vez a ver al inquilino nuevo, el cual no cambió, y se sorprendió al ver que este nuevo inquilino no tenía nada que ver con el anterior, sin embargo, era millones de veces más interesante, aunque nunca dejará de reconocer que James no desaparecerá de su mente, pues sin él nada sería como es.
Cabe destacar que cada día iba a las 15:47 y siempre vio el barquito, lo que le produjo una enorme alegría...