jueves, 17 de mayo de 2012

Cenizas por lengua.

La fisiología de la vida, no de lo que vive, es aquélla que funciona sobre aquéllo que engloba lo que es capaz de sentir y que descubre sin temor ni remordimiento las siluetas de, lo que parece ser, la verdad.
La verdad, a su vez, incluye en su definición una parte de mentira porque aspira su significado a ser cierto. ¿Con qué cara dura, quien escribió su significado, fue capaz de olvidarse de que quizás se equivocase y mintiese?
Da igual, quiero hablaros no de significados ni de ciencias, quiero hablaros de algo indudable, y no es que dudamos ni que pensamos, sino del color de los ojos.
[...]
Movía su cuerpo por las calles del mundo sin el sentido de quien pasea o busca, sino de quien respira por resfriar su mundo y construir Siberia en sus pulmones. A su forma y sentido, su cuerpo formaba la silueta de quien puede hacer derrapar al pobre mortal que caiga en sus zarpas mentales, claro que la cuestión es que ninguno se le resistió, era una feroz Don Juan de la era transexual de allá donde se inventan los pulmones en una probeta y la comida sabe a pastilla.
Mientras sus glúteos bailaban con la gravedad, y no digamos sus pechos, su cabeza dibujaba sobre el cielo celeste los juegos de quien persevera en la búsqueda de un beso que caliente la Siberia de sus pulmones. Si bien era el imán de los hombres, lo era de cualquiera, de lejos, sin ninguna otra motivación que los intereses físicos y mundanos, respetables, por su puesto, pero carentes del ardor estomacal al que llamamos amor.
Sofía se llama la que suspiraba porque alguien suspirase por ella y no por pasar una noche de habitación pagada bajo sus sábanas.
Por otro lado, Marcial que se llamaba el triste desdichado que suspiraba por encontrar algo que hacer, dormitaba a media faena en un banco, pasando las primaveras y los otoños, quitándole capas a su tiempo con el único miedo a no acabar nunca y encontrar un fin justo a su pobre diversión.
Mi pobre desdichado le debía 15 meses de alquiler al destino y se los pagó cuando ante sus ojos desfiló Sofía, Siberia y parte de su anhelo universal, mas se olvidó de su cama y sólo se pudo acordar de que sin piso de alquiler y debiéndole tiempo al tiempo, no podía pagarse un fracaso más.
Sofía no acostumbraba a regalar su tiempo, y no esperéis que lo haga, ni con vosotros ni con Marcial, así pues, con su paso decidido correteaba su cabeza por los engranajes de la ciudad férrica y fría, deseando comérsela para poder crear Siberia no sólo en sus pulmones, sino en su cuerpo.
[...]
[...]
Más a mi favor, la suerte les acudió a buscar como el perro que acude al amo.
Quiso mi amiga que Marcial tuviese que acudir a su encuentro, quiso la suerte que Marcial le lamiese la cara y así fue, sin jadeos ni aullidos se presentó a por un café y le sirvió algo de sangre caliente con una cucharilla y poco más de un dedo de azúcar, pero sin amargamientos de existencia, Marcial que se llamaba el triste desdichado, de un trago se bebió el ánimo cansado y la miró a los ojos.
No consiguió más que destapar la sonrisa de la chica como si champán fuese y que se volviese para no destaparla totalmente en su cara y que el tapón lo tumbase.
Marcial, habiéndola visto 2 veces ya, ambas por suerte y habiendo escuchado su sonrisa no tuvo más que preguntarse hasta qué punto iba a continuar la historia.
La respuesta la encontró casi al instante, mientras ella servía más café. Sin ningún tipo de miedo le dijo:
"Entiendo que busques el frío del mundo en esta época infernal en el que se derriten las sonrisas por miradas, pero no encontrarás el frío en las camas de los que pueden permitirse gobernar sus ojos con el invierno ni sirviendo café a pobres hombres que dejaron atrás el color en su pelo y que hoy sólo se dedican a observar cómo correteas tras la barra, siendo tu sentencia que tu belleza desaparecerá. Yo no soy nadie para nada, pero más para ti, quizá no lo entiendas, pero es ésa la razón por la que hoy me voy."
Y, sin más, cogió dinero, pagó y desapareció por la puerta de cristal dejando atrás el incesante zumbido de quien cuchichea y la mirada de una Sofía perpleja.
[...]
Mientras Marcial golpeaba una pared con su pierna intentando no recordar lo estúpido que había sido días atrás queriendo usar la palanca de la chulería como freno de mano y no pudiendo frenar a tiempo para el choque, un pájaro se coló por la ventana y le silbó que la vida no es lamento, sino más bien es paso del tiempo, que no llorase en su cuarto lo que podía reír en pleno enero disfrutando sus andares de reptil...y así lo hizo que entendió la locura en los piares de un pájaro extraviado y sin más justificación que ésa corrió hacia fuera, no hacia la cafetería donde servían la sangre de los amargados, sino a donde caen las hojas en cualquier momento del año por ser rebeldes y poder reírse del orden.
[...]
Al cabo del tiempo, quizás 2 semanas o más, Sofía apareció por el campo de las hojas rebeldes y lo vio, sentadito en su sombra, leyendo sin remedio esperando a que el sol le dijese que ni una página más le dejaba antes de irse a la cama.
Buscaba ella la paz que le ofrecía el viento y su cuna y no encontró más refugio que el que él ideó.
Corriendo a paso lento llegó hasta él y con el corazón acelerado quiso saber por qué le habló así.
Sofía siempre fue controladora porque pudo, no porque lo sintiese así y nunca nadie la dejó sin opciones a su alcance total, sintió la atracción que se siente por la dificultad y le brillaron los ojos, pero sólo se dio cuenta el susurro del agua cerca de ellos y, aunque ambos sonrieron, ninguno se percató.
[...]
Hoy día, años después, aún les brillan los ojos; Sofía aprendió a ser persona y no muñeca y Marcial corretea por los recovecos buscando sentido a su vida, pero separados aunque juntos.
¿Quieres saber qué pasó?
Cierto día, entre besos y caricias ambos se dieron cuenta de que nunca se cansaron ni un poco, que nunca habían alzado la voz si no era para reír, gritar o gemir, siempre en bienestar...y en búsqueda de esa dificultad, esa búsqueda atávica y neurótica por la dificultad, ambos corrieron en direcciones opuestas, sin mirar atrás, ambos sonrientes sabiendo que no se distanciaban de su felicidad, sino de la facilidad con la que la habían encontrado. Corrieron sin temor a que los tumbasen las olas, a que el viento les trajese cenizas a los ojos y que el hambre les marcase los huesos porque sólo querían darle un beso a la vida y descubrir que...
[...]
La boca del destino es profunda y excitante, sus besos son pausados y sensuales, dejan embaucado al que se atreva a mirar sus labios y aniquilan al que se lance a beber de su saliva, pero todos descubren la verdad universal, y es que, en contraposición a lo que sería un fumador habitual con una boca con sabor a tabaco o un bebedor de café habitual que tuviese una boca con sabor a la amargura de los rituales cotidianos, la boca del destino... Te deja en el alma una herida que se cura cuando otra boca la besa, otra buena boca, una herida que duele hasta morir porque se desangran las ilusiones y esperanzas, y todo ésto se debe a lo que descubrieron Marcial y Sofía; la boca del destino sabe a ceniza.