lunes, 15 de noviembre de 2010

Vigésimo cuarta entrada. Mirada atrás:

Aquí estoy, sentado.
De nuevo ante el teclado, yo y el frio contenedor de letras sin sentido arremolinadas de la que durante un tiempo fue la forma más propicia para que las palabras no trabasen las letras y las baras del metal que fuera que las acercaba al papel.
Sigue, como siempre, ese malestar que me supone escribir y que, aunque me deje buen sabor de boca, sé que siempre que lo hago es porque algo me ha dado un buen choque.
De nuevo encuentro junto a mi teclado un ratón negro que no se mueve, y mejor será pues cuanto menos se mueva mejor será la pieza.
Me gustaría poder ser más implícito o que no fuese fácil entenderme, que quien lo hiciese se sintiese en armonía con su mente, pero no soy difícil, mis temas son el amor, el sufrimiento y sobre todo un tremendo hastío que sufro desde mi tierna juventud por cualquier estupidez que me pasase. Hoy dia, aquí, me siento totalmente distanciado de aquello que podría considerarse normal, no lo digo para reivindicar nada más que esa parte que tengo y que quien sabe que sepa que los demás no tienen. Yo, en mi desgracia, disfruto de la gracia de un peldaño por encima de los demás, puede sonar egocéntrico, pero es receta médica, a mi que me registren, sólo recito con palabras textuales aquello que un psicopedagogo dijo en su momento a mi madre tras llevarme al mismo por controvertidas ideas que tenía a mis 5 años. En su momento mi madre me llevó al psicólogo por extrañas razones que aún hoy me desconciertan, pero se llevó, de golpe y porrazo, con un hijo que al parecer tenía demasiada madurez, con 5 años, ya ves cómo me como yo eso.
Empiez pues por cuestionarme aspectos vitales como la muerte y la fugacidad de la existencia a poco más de los 8 años con estruendosas guantadas de mi padre si era capaz de preguntarle por las muertes de éste y aquel, ya que a él le repele el tema supremo que a todos llega y a mi sólo me inquietaba. Mi madre, por su parte, prefería escucharme como agua de lluvia en la cocina mientras pelaba papas o mientras freía algún filete, no era más que ese zumbido incesante de cualquier mosca, la diferencia, supongo, sería que yo pretendía que alguien simplemente me diese conversación.
¿Qué podía hacer un niño de unos 10 años metido en una casa con preguntas existenciales? Si han pensado videojuegos, tele y libros que le cogía a su tio han acertado, si no simplemente se acercaron poco. Comienza pues mi etapa intelectual. Empecé con libros como "un yanqui en la corte del rey Arturo", videojuegos como "Spiderman" de la Play Station 1(demostrándose así cuánto me afectó perder en una catastrófica caída la Megadrive de mi padre y sus juegos) y programas infantiles de Antena 3 y alguno que otro de Canal Sur 2 Andalucía.
Mi vida transcurrió desde ahí normalmente, como, supongo, la de la mayoría de los chicos y chicas de mi edad, aunque con matices; mientras otros veían porno a escondidas, yo leía por las noches, que ya ven mi rebeldía.
Todo fue bien y, sin comerlo ni beberlo, me volví un chico normal, es decir, sin preguntas existenciales, libros de Mortadelo y Filemón y con el Pokémon Amarillo distrayéndome por las tardes, y así fue la cosa hasta que cumplí los 15.
Los motivos que hacen esta edad relevante son amores locos, amigos que desaparecen por amores(recordemos la causa de escisión de los Beatles) y amigos a los que hice daño y que hoy dia aún siguen sin perdonarme, habiendo pasado a bandos contrarios desde los que pueden acañonarme.
Realmente la historia de mi vida carece de interés para cualquier libro o texto, pero supongo que esta noche no tenía más que decir, no sé qué pensarás tú/usted. El cúmulo de factores que ocurrieron en mis 15 años dieron lugar a una mancha mutante que poco a poco se adueñó de mi forma de pensar y actuar. Más tarde llegaría una etapa más nihilista y pesimista, pero esa es otra historia aún más larga.
Lo cierto es que hoy estoy solo, en esta silla oscura y cómoda, por cierto. Esta noche no es más oscura que cualquier otra, ni invoca más a la reflexión que otra, es sólo que...por hoy, lo necesitaba.
No creo que sea bueno irme así, sin más, habiéndote/le contado la historia de mi vida. Creo que debo irme con una explosión final. He escrito esto porque veo como el mundo circula, desde mi infancia, a otra velocidad, a una que me es imposible percibir. La gente normal vive su vida a partir de sus deseos sin contar con aquello que resuena en mi cabeza a diario, ese conjunto de voces morales y éticas que destrozan cada acción para que sólo sea ejecutada correctamente. Para cuando me haya sumergido en el olvido todo esto será lo único que quede de mi, y lo peor es que aún me queda para vivir naturalmente, no sé si un coche, un arma o la mala suerte me segarán antes de tiempo. Sea cuando sea, mi vida es un pobre intervalo, no creo que aporte demasiado, pero me gustaría pensar que sí. Es ese vacío y esa falta de finalidad lo que desencadena toda mi frustración.
En fin, sin más tardar me gustaría dormir y desaparecer de mi mismo esta noche, navegar los mares o tener una noche apasionada en algún lugar remoto. Hasta otra.