martes, 6 de noviembre de 2012

La bomba de aire y mar. P.P.D.M.H.H.L.

La normalidad es algo que le costó aceptar porque, seamos sinceros, a nadie le gusta nada que algo no pertenezca, al 100%, a uno mismo; no cualquiera apreciaría el valor de algo tan simple como compartir amor, besos o tizas sabiendo que se van a gastar y que cada vez que no la usas tú, una parte se pierde.

Pues de esa base salían sus mundos de colores; de colores y de aromas, pero mundos, llenos de materia. Cada idea que salía de sus orejas estaba teñida de su singular visión, de su singular oído, de su singular mente...de su singular igualdad al resto, lo que desconocía.

Nunca llegó a pensar que nada es compartido porque aunque la pirámide que cojan 2 personas sea la misma, ni la una ni la otra sentirán lo mismo, dependerá del lado, de las puntas, de cuánto se rocen sus dedos...de éso dependerá que sus almas realmente compartan algo o no, de que sus miradas se conecten, y no de que toquen el objeto millones de personas porque, aceptémoslo, nada nos conecta, ni la conducción, ni la convección, ni la radiación, nada más que aquéllo de donde surgimos, de aquella estrella que cansada de monopolizar todo, reventó en mil personalidades, con más o menos pelo, más o menos tamaño...

Fuera como fuese se sentía como el soldado que lleva la bandera blanca, sin saber si va a recibir un tiro, un golpe o lo recibirán con la efusividad de quien quiere volver a casa. Sentía la destrucción desde el más puro centro de su alma cuando su futuro se vio reducido a tan pocas posibilidades, así que cruzó una de las pocas puertas que le quedaban, y tras esa puerta estaba la "normalidad" de la que hablamos, esa forma de cruzar tantas vidas desde una sola perspectiva e ideal normo-implantado.

Colgó sus botas con las que corría por los prados que desde su corazón nacían. Abandonó sus alas con las que se atrevió a ver el mundo desde los cielos. Quemó sus cuadernos donde dibujaba las sonrisas que veía.

Se vistió de barrotes, y tanto hierro cargó que su corazón bombeaba más deprisa. Abrió un paraguas para no ver más su techo, para no volver a tener ganas de volar. Organizó papeles en una seria cartera de color marrón para mantener sus ideas en secciones, para que nunca más se volviesen a entrelazar.

Y cerró la puerta tras de sí, y su cola se ajustó fuera, mientras sus ojos llorosos dejaban dentro algo. No era papel, ni pluma, ni cuero, ni plástico. No era tela, ni metal. Lo que dejó dentro, sin lugar a dudas, fueron esos mundos de colores y aromas. Su repoblación del amazonas, su lluvia en el Sahara, la falta de población en su China y sus bares de copas a medio cerrar. Dejó las sonrisas que escuchó, las conversaciones que mantuvo, las miles de miradas que lanzó y las infinitas caricias que regaló. Dejó atrás para poder ir adelante, y no vio más futuro que un folio en blanco...Y en aquel folio no había más que plasmar que aquéllo que quisiese ser. 

Y ella decidió ser normal, y así, creó nuevos mundos, pensando que abandonaba su anterior existencia, se abalanzó a, de nuevo, imaginar.