lunes, 31 de diciembre de 2012

Pasos repasados

Última llamarada de mi mechero solitaria que ilumine mi mundo y último humo que me rodee mientras me dejo caer en mi sillón.
Qué sonrisa más tonta me sale cuando recuerdo todas las veces que lo he hecho y que fueron las últimas hasta el momento, sin mencionarlas por ningún sitio, quedando inconexas, inexistentes e insustanciales, simplemente banales y dulces, en mitad de mi espacio tiempo.
Ay de mí, piensa mi mirada al verme reflejado en la pantalla en negro, ay de ti que no puedes parar ni para respirar tu tiempo con tranquilidad, me dice.
Y mientras tanto, yo, poco a poco dejo de mirar esta mirada y me sitúo sobre el folio, aún en blanco, y pienso mil y una cosas, las pienso, sí, pero soy incapaz de conectarlas con el papel, así que me vuelvo a reclinar y sigo con mi tranquilidad, con mi tiempo fluyendo y mi cabeza volando.

Cuando empezó este año, supongo, nadie podía decirme, sin provocarme una carcajada, que se me iba a acabar la facilidad para escribir y que se me iba a turnar en un camino tortuoso que me provocase más frustración que alegría, que mi droga me iba a hacer adicto y su precio iba a ser alto.
Hoy, en su última madrugada, la que explotan los que no tienen memoria y sí futuro, no hay ruido en las calles, parece que todo el mundo descanse, pero tampoco me lo creo demasiado, quizás quieran parecer formales cuando llegue el momento de las uvas y los besos cordiales.

Intentaré, pues, como cada año, usar lo que queda de mi memoria para recordar con el pecho lo que no fui capaz de afrontar en su momento y que, aún hoy, me cuesta:

Empezó el año como un buen chiste, uno de los de club social, uno de los de todos reír, algunos atragantarse y otros muchos intentando retenerlo en la memoria para soltarlo en la próxima reunión que los haga partícipes. Así empezó, sin preocupaciones, con el cobijo de que nada podía salir mal y con la suavidad de unos labios bajo mi halo de protección.
Continuó el año como una estrella fugaz que iluminaba mi sonrisa, mis motivos o mis ganas y me tiraba "p'alante" con tanta fuerza que, aunque no hubiese querido, hubiese seguido avanzando.
Sin más, como es normal en mí, tropecé; perdí los labios, mi halo de protección se quebró, mi estrella fugaz se fue mientras meaba en una esquina y se me olvidaron todos los chistes que contar, quedándome sólo el desconsuelo de quien pierde una madre en periodo de lactancia y queda relegado a comer lo que empresas de hielo creen que debo consumir, con ese sabor que hace llorar al lactante por no ser del calor de su madre. Así me quedé, como lactante sin leche, sin calor, sin abrazos ni nanas.
Al poco, la inercia de cuando seguía a la estrella y mi falta de luminosidad posterior me hizo chocar con los árboles que se me fueron colando en cada curva, y yo quise seguir corriendo para alcanzar a mi estrella en eclipse, así que no paré ni porque una rama me arañase la cara o la espalda, continué.
Cuando me quise dar cuenta, en mi correr sin luz, me quedé sin camino y la inercia que ya llevaba sonó a canción de despedida cuando caí por mis barrancos, los que se crearon a partir de las grietas de mi halo de protección, y caí, y caí, y caí.
Cuando desperté estaba en el psiquiátrico de mi propio mundo, botando con mi camisa de fuerza, hablando con mis miles de facetas buscando la que me diese la llave para salir. A cámara lenta y sepia, mi mundo empezó a verse como un callejón sin salida, mudo y sin subtítulos.
Cuando me dispuse a cerrar los ojos y esperar, me abofetearon la cara con máscaras de polietileno y me mantuvieron despierto con chistes malos, como si la vida tuviese más sentido con esos chistes cortos que la gente suelta cuando nadie tiene nada que decir y crean el terreno perfecto para que un grillo les amenice el rato que les queda.
Me obligaron a mantenerme despierto y me dieron mi máscara de polietileno, hecha 100% en probeta, y yo continué, y olvidé mi parte natura, mi parte más herbácea, en un rincón, porque los señores de las máscaras me lo dijeron, que mi natura no era nada sin mi polietileno, así que tendría que aprender a usar mi máscara antes de poder aparentar ser una persona normal. Y así me recluí, entre rincones oscuros, puertas abiertas y las preguntas...cuántas preguntas. Todo el mundo tenía preguntas, algunos hasta lágrimas, otros hasta compasión, odiaba sus miradas de compasión, pero no lo sabían, total, mi cara estaba tras la máscara.
Con el tiempo, no sé qué pasó que me decidí a retomar el camino, sin máscara ni natura, con la única ayuda de mis ganas, y así comencé a andar, sin rumbo ni metas, simplemente, andar por andar.
En realidad, mi año termina en una caminata interminable, con momentos remarcables y no tan remarcables, sin recordar mejores labios que los que una vez protegí, sin saber si realmente los quiero o los odio, si volveré a tener algunos parecidos o mi estrella fugaz desapareció, sin más.
Por el momento, como dice una buena canción, "si algo me inspira, huyo", y no permito que nadie pierda su luminosidad en guiarme, porque quiero andar sin propósitos, por el simple hecho de andar. Recorrer cañones, espaldas, ametralladores y caderas, labios secos y húmedos, ojos alegres y tristes, playa y montaña, ciudad y selva, sin más preocupación que seguir andando, sin saber si mis huellas se marcan en el suelo o no, sólo sabiendo que quiero seguir para saber hasta donde puedo llegar sin agua ni gas.

Sin más, deseo un feliz 2013 a todos los lectores y los no lectores, que este año esté cargado de gratas sorpresas y experiencias inolvidables que sirvan y no sólo dañen. Espero que nuestro mundo no se destruya por la progresiva falta de sueños y demasiadas horas de dormir, que el tiempo nos ponga en nuestro lugar y que la música no pare hasta que no deje de haber música.

Como siempre, gracias y de nada.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La balsa

Porque no hay nada como mecerse entre esas pequeñas ondas que se forman en el agua, con el pelo mojado, con las orejas sumergidas, oyendo lo que el mundo acuático que te sumerge te quiera susurrar.
Porque no hay nada como cerrar los ojos y dejarse llevar por ese frío que acalla tu calor y le da sentido a las toallas.
Por todo ello y por más, es por ello que nos alejamos del agua, porque nos gusta y nos atrae, porque nos aleja de nuestra realidad de granito y nos acerca a nuestro corazón de nube de algodón.

Mis oídos funcionan a su voz y su sonrisa, su pelo recogido a una oreja, su naricilla rozando mi mejilla. Mis ojos recién abiertos y mi boca despegándose para poder entonar la mejor canción que sé, ese áspero "buenos días", otra vez cantada y otra vez el público se levanta a aplaudir con un beso.
Esa cama que me puede contar mil batallas y pocas perdidas por cualquier bando que ahora nos ve como siempre, jugueteando con la luz y no puedo parar de mirar su sonrisa, sinceramente, no puedo. No puedo parar de ver esos pliegues una y otra vez, de querer taparlos con mi sonrisa y cubrirnos el uno al otro en miles de cuentos.
No puedo, y lo peor, es que aunque pudiese, no quiero.
Esa sonrisa que me ha traído tanto y me ha pedido tan poco es tan sincera como los sí de un niño o los no de un borracho, es tan sincera como los miles de lametones que me habrá dado y habrá dado más allá de mí pero que no tengo que perdonar porque todos nos tropezamos hasta encontrar el tropezón definitivo, que no sé si seré yo, pero, desde luego, yo no encontraré mejor sonrisa que la suya.
Esta cama que nos recoge me está pidiendo que no la pierda y yo la miro condescendiente, no hace falta que me lo digas, amiga, sé lo que tengo y que no lo quiero perder, por nada del mundo quiero perderla ni a ella ni a su sonrisa.
Mi mano le recoge el pelo a la otra oreja y ella se echa sobre mi mano, que sujeta su cabeza para acercarla a mi boca y, después, dejarla junto a mí.
-No me valdrán tus tretas para que no te levantes, dormilón.
-¿Qué más dará que me levante o no? ¡Tengo mil tesoros escondidos sobre la cama!
-Ah, ¿sí? Pues yo te sigo viendo igual de pobre de espíritu que cuando te recogí.
-Puede, pero, aunque pobre, feliz de tener mi pan de cada día. - Porque ella para mí es maná del cielo y porque desde que la tengo no soy pobre de espíritu.
Y los dos nos quedamos, juntos, abrazados, ajenos al mundo...hasta que el mundo nos rugió.

martes, 6 de noviembre de 2012

La bomba de aire y mar. P.P.D.M.H.H.L.

La normalidad es algo que le costó aceptar porque, seamos sinceros, a nadie le gusta nada que algo no pertenezca, al 100%, a uno mismo; no cualquiera apreciaría el valor de algo tan simple como compartir amor, besos o tizas sabiendo que se van a gastar y que cada vez que no la usas tú, una parte se pierde.

Pues de esa base salían sus mundos de colores; de colores y de aromas, pero mundos, llenos de materia. Cada idea que salía de sus orejas estaba teñida de su singular visión, de su singular oído, de su singular mente...de su singular igualdad al resto, lo que desconocía.

Nunca llegó a pensar que nada es compartido porque aunque la pirámide que cojan 2 personas sea la misma, ni la una ni la otra sentirán lo mismo, dependerá del lado, de las puntas, de cuánto se rocen sus dedos...de éso dependerá que sus almas realmente compartan algo o no, de que sus miradas se conecten, y no de que toquen el objeto millones de personas porque, aceptémoslo, nada nos conecta, ni la conducción, ni la convección, ni la radiación, nada más que aquéllo de donde surgimos, de aquella estrella que cansada de monopolizar todo, reventó en mil personalidades, con más o menos pelo, más o menos tamaño...

Fuera como fuese se sentía como el soldado que lleva la bandera blanca, sin saber si va a recibir un tiro, un golpe o lo recibirán con la efusividad de quien quiere volver a casa. Sentía la destrucción desde el más puro centro de su alma cuando su futuro se vio reducido a tan pocas posibilidades, así que cruzó una de las pocas puertas que le quedaban, y tras esa puerta estaba la "normalidad" de la que hablamos, esa forma de cruzar tantas vidas desde una sola perspectiva e ideal normo-implantado.

Colgó sus botas con las que corría por los prados que desde su corazón nacían. Abandonó sus alas con las que se atrevió a ver el mundo desde los cielos. Quemó sus cuadernos donde dibujaba las sonrisas que veía.

Se vistió de barrotes, y tanto hierro cargó que su corazón bombeaba más deprisa. Abrió un paraguas para no ver más su techo, para no volver a tener ganas de volar. Organizó papeles en una seria cartera de color marrón para mantener sus ideas en secciones, para que nunca más se volviesen a entrelazar.

Y cerró la puerta tras de sí, y su cola se ajustó fuera, mientras sus ojos llorosos dejaban dentro algo. No era papel, ni pluma, ni cuero, ni plástico. No era tela, ni metal. Lo que dejó dentro, sin lugar a dudas, fueron esos mundos de colores y aromas. Su repoblación del amazonas, su lluvia en el Sahara, la falta de población en su China y sus bares de copas a medio cerrar. Dejó las sonrisas que escuchó, las conversaciones que mantuvo, las miles de miradas que lanzó y las infinitas caricias que regaló. Dejó atrás para poder ir adelante, y no vio más futuro que un folio en blanco...Y en aquel folio no había más que plasmar que aquéllo que quisiese ser. 

Y ella decidió ser normal, y así, creó nuevos mundos, pensando que abandonaba su anterior existencia, se abalanzó a, de nuevo, imaginar.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Un poco de Steve Alten:

"Soy la ira.
Un agujero negro de ira.
Perdido en la eternidad.
La criatura abandonada de Dios.
Hirviendo de furia, aprisionada entre sus paredes invisibles.
La confluencia de la amargura hace fermentar mi alma.

Soy el producto de la injusticia, el egoísmo y la avaricia.
Soy el vacío que probó el amor y lo perdió para siempre.
Aborrezco la existencia.
Estoy flotando a la deriva en mi propio océano de odio.

Soy el in de la humanidad y su principio.
Soy Hun-Hunahpú y el universo se ríe de mí.
Soy...Michael Gabriel."

Extracto del principio de "La resurreción maya", de Steve Alten.

lunes, 27 de agosto de 2012

Verde, color melón.

Melómanos con nuestra música de fondo. El de hawaiano soy yo.
No siempre me pasa que veo la vida del color de lo translúcido. Nado entre su aire y lo hago sin objetivos claros hasta que una luz se cuela entre lo que quiera que haya en el agua de mar donde siempre me he bañado, en esas costas verdes más que cristalinas. Lo que quiero decir es que hallas un hilo de luz, que sabes que está lejos y, simplemente, nadas hacia ella esperando por fin poder soltar toda tu botella de oxígeno, con lo que pesa, y poder respirar aire por tu nariz sin miedo, poder parar y gritar sin miedo a "ahogar" tu grito en la inmensidad.
Ron en un melón o cañita en jarrita, amigo a mi derecha con mirada maltrecha o colega a mi izquierda perdido en lo que es para él su hierba, da igual. Mi casa, mi aire, mis amigos, mi melón, mi alcohol, mi cañita y la noche como telón de fondo, sabiendo que se tirará sobre nosotros y nos comerá, ahí seguimos, entre humo de tabaco y cachimba sin limpiar, lo que, por supuesto, nos caracteriza. Por una vez no estoy más pendiente de lo que pone en los manuales que de lo que está pasando, intento aprender de mi derecha y de mi izquierda, de como la vida puede ser tan dual que hasta en una sola habitación puede haber realidades tan separadas, formas de afrontamiento tan bestialmente diferentes al mismo hecho.
Cuando, más tarde, pasamos a reírnos de la inocencia y la "magia" inundó el espacio que nos permitía mi salón, cuando el mago ríe si le sale el truco bien y el espectador se queda boquiabierto escudriñándolo todo en busca de la carta chivata o de la mano traidora que le avisó de qué decir o elegir, la realidad dual cambió. Por un lado, tuve a mi izquierda el nerviosismo de destapar lo que de verdad escondía la magia y, por mi derecha, la clara sonrisa de boca abierta y carcajada que hace al público sentirse mágico, ante un milagro, casi. No sé si fue el alcohol o la situación lo que me hizo pensar, lo que me hizo sentir que algo fluía más allá de las cañitas y nuestras arterias y venas.
Las risas en la cocina porque no me sale el zumo del melón o el hambre saciada por una pizza valieron la pena para darme cuenta de que, quizás, la sonrisa de pequeña probeta exista o no, ¿pero hasta qué punto vale la pena preocuparse mientras siga teniéndola? Como todo, sé que la perderé, sé que me arrepentiré de habérmela puesto y empiezo a comprender que este es mi ciclo, ésto es lo que me duele; vuelvo a estar "enamorado" de algo que sé que se irá y, de nuevo, no haré nada para remediarlo, sólo disfrutar de su presencia, de "sus" sonrisas y de las noches, tardes o mañanas de sexo.
No obstante, me gustaría puntualizar que la casa se quedó sólo anfitriona de 3 bocas suspiradoras, mi derecha y mi frente conmigo. No sabiendo qué hacer me ofusqué porque mi máscara de probeta me obligaba a difundirse, pero debo también aceptar que los estados anímicos se pegan, sí, pero normalmente de forma negativa, es decir, la felicidad cuesta contagiarla, cuesta mucho.

martes, 21 de agosto de 2012

Promesas de marfil, ojos de cristal.


                Bebí sin sed y besé sin pasión a mi dama de humo con cara de alegría idílica, pero no encontré ni la saciedad ni la excitación, sólo una luna más, resucitada por las ganas de que brillase de millones de personas y el cumplimiento para pocos; 3 ó 4 suertudos.
                Caminé sin pies y reí sin boca porque lo verdaderamente importante no es lo que quieres, sino lo que te lleva a lo que quieres porque “la felicidad está en la antesala de la felicidad”.
                Llevo ya mucho sin gritar lo que susurro porque siempre se me escucha como ratón que discute con gato, porque siempre me acallo ante el triste destino que me lleva a lloriquear sin sentido.
                En mi camino de negrura de borracho, ésa que viven cuando van solos de madrugada por calles desiertas donde sólo queda gente como ellos, vi familias despidiéndose entre risas y abrazos, a niñatos emulando lo que creen que, por ser “de adultos”, les hará más alfa y mis pasos resonando cual eco en mi cabeza, metrónomo de ideas de las de puños cerrados y mandíbula encajada.
                Vi con los ojos cerrados y saboreé con mi mano pero nunca supe qué hacer cuando se me caía el alma a sus pies y sólo me rescataban las ganas de volver a ver el sonido de su sonrisa.
                De citalopram en prozac, mi piano se fue resquebrajando, poco a poco, hasta que dejó de sentir; dejé de beber sin sed, besar sin pasión, caminar sin pies, reír sin boca, ver con los ojos cerrados o saborear con mi mano, ni siquiera era capaz de cantarle a los folios mis canciones, sólo podía quejarme de no poder hacerlo. Algo le pasó al marfil de sus teclas y yo no eché cuenta cuando me pedía a susurros que lo ayudase, supongo que, por eso, hoy día me siento incapaz de susurrar a voces, quiero gritar en silencio y llorarle al mar, echándole un pulso a ver quién sala más a quién.
                Ya no soy capaz de comer sin hambre ni de llorar de alegría, ahora soy más de escuchar al tiempo en un sofá, un sillón, una silla, una cama…pasando sin piedad. El único llanto que oigo es el de mi conciencia cuando aún no he hecho lo que debo y me siento zombie, de traje y corbata, pero zombie.            
                ¿Qué más da? – Me dije. – No importa pagar por algo que quieres cuando sabes lo que quieres, que es lo importante. – Y no estaba equivocado, era verdad que quería lo que sabía que quería, pero… ¿cuánto estaba dispuesto a pagar? Ni yo mismo lo sé, ni pregunté ni leí la letra pequeña, simplemente lo hice, cambié el humo con aroma a naturaleza por vasitos de agua con pastillitas efervescentes y sonrisas que no sé si se fuerzan o me salen solas; por una eterna paranoia de no saber qué pasará cuando deje de medicarme el corazón, si seguiré como estoy porque es como estoy o estaré como de verdad estoy, siendo clara evidencia de que esto no es más que otra máscara, de plástico o probeta, da igual, máscara y ésta, aún más cruel porque ni yo sé que la llevo, sólo lo sospecho.
                Desarrollé anticuerpos sin enfermedad y no dejo que nadie se me acerque porque le lanzo radicales libres a la cara, no sé si por miedo, inseguridad o simplemente facilidad para alejarme de los problemas pero sólo veo lágrimas cuando alguien me intenta excavar la carne, y no suelen ser mías. Mis palabras dejaron de ser de seda para convertirse en purísima nuez moscada; solas saben mal y pueden llegar a ser tóxicas en cantidades superiores a 10 g., por lo que no sé cuánta gente ha necesitado ya lavado de estómago de escucharme, leerme o, simplemente, mirarme a la cara.
                ¿Qué será? ¿Qué será? ¿Qué será? ¿Está mi piano roto o sólo sucio porque una pastilla ha tapiado mi sala de música y ya nadie lo toca? ¿Por qué hoy he podido escuchar su melodía? Empiezo a pensar que el humo me medica más que los vasitos de agua y eso me da miedo porque, entonces, tengo claras muchas cosas; ideas sobre la vida, la muerte y sobre lo que de verdad quiero. Ahora, más que muchas veces, maldigo cumplir lo que prometo.

jueves, 17 de mayo de 2012

Cenizas por lengua.

La fisiología de la vida, no de lo que vive, es aquélla que funciona sobre aquéllo que engloba lo que es capaz de sentir y que descubre sin temor ni remordimiento las siluetas de, lo que parece ser, la verdad.
La verdad, a su vez, incluye en su definición una parte de mentira porque aspira su significado a ser cierto. ¿Con qué cara dura, quien escribió su significado, fue capaz de olvidarse de que quizás se equivocase y mintiese?
Da igual, quiero hablaros no de significados ni de ciencias, quiero hablaros de algo indudable, y no es que dudamos ni que pensamos, sino del color de los ojos.
[...]
Movía su cuerpo por las calles del mundo sin el sentido de quien pasea o busca, sino de quien respira por resfriar su mundo y construir Siberia en sus pulmones. A su forma y sentido, su cuerpo formaba la silueta de quien puede hacer derrapar al pobre mortal que caiga en sus zarpas mentales, claro que la cuestión es que ninguno se le resistió, era una feroz Don Juan de la era transexual de allá donde se inventan los pulmones en una probeta y la comida sabe a pastilla.
Mientras sus glúteos bailaban con la gravedad, y no digamos sus pechos, su cabeza dibujaba sobre el cielo celeste los juegos de quien persevera en la búsqueda de un beso que caliente la Siberia de sus pulmones. Si bien era el imán de los hombres, lo era de cualquiera, de lejos, sin ninguna otra motivación que los intereses físicos y mundanos, respetables, por su puesto, pero carentes del ardor estomacal al que llamamos amor.
Sofía se llama la que suspiraba porque alguien suspirase por ella y no por pasar una noche de habitación pagada bajo sus sábanas.
Por otro lado, Marcial que se llamaba el triste desdichado que suspiraba por encontrar algo que hacer, dormitaba a media faena en un banco, pasando las primaveras y los otoños, quitándole capas a su tiempo con el único miedo a no acabar nunca y encontrar un fin justo a su pobre diversión.
Mi pobre desdichado le debía 15 meses de alquiler al destino y se los pagó cuando ante sus ojos desfiló Sofía, Siberia y parte de su anhelo universal, mas se olvidó de su cama y sólo se pudo acordar de que sin piso de alquiler y debiéndole tiempo al tiempo, no podía pagarse un fracaso más.
Sofía no acostumbraba a regalar su tiempo, y no esperéis que lo haga, ni con vosotros ni con Marcial, así pues, con su paso decidido correteaba su cabeza por los engranajes de la ciudad férrica y fría, deseando comérsela para poder crear Siberia no sólo en sus pulmones, sino en su cuerpo.
[...]
[...]
Más a mi favor, la suerte les acudió a buscar como el perro que acude al amo.
Quiso mi amiga que Marcial tuviese que acudir a su encuentro, quiso la suerte que Marcial le lamiese la cara y así fue, sin jadeos ni aullidos se presentó a por un café y le sirvió algo de sangre caliente con una cucharilla y poco más de un dedo de azúcar, pero sin amargamientos de existencia, Marcial que se llamaba el triste desdichado, de un trago se bebió el ánimo cansado y la miró a los ojos.
No consiguió más que destapar la sonrisa de la chica como si champán fuese y que se volviese para no destaparla totalmente en su cara y que el tapón lo tumbase.
Marcial, habiéndola visto 2 veces ya, ambas por suerte y habiendo escuchado su sonrisa no tuvo más que preguntarse hasta qué punto iba a continuar la historia.
La respuesta la encontró casi al instante, mientras ella servía más café. Sin ningún tipo de miedo le dijo:
"Entiendo que busques el frío del mundo en esta época infernal en el que se derriten las sonrisas por miradas, pero no encontrarás el frío en las camas de los que pueden permitirse gobernar sus ojos con el invierno ni sirviendo café a pobres hombres que dejaron atrás el color en su pelo y que hoy sólo se dedican a observar cómo correteas tras la barra, siendo tu sentencia que tu belleza desaparecerá. Yo no soy nadie para nada, pero más para ti, quizá no lo entiendas, pero es ésa la razón por la que hoy me voy."
Y, sin más, cogió dinero, pagó y desapareció por la puerta de cristal dejando atrás el incesante zumbido de quien cuchichea y la mirada de una Sofía perpleja.
[...]
Mientras Marcial golpeaba una pared con su pierna intentando no recordar lo estúpido que había sido días atrás queriendo usar la palanca de la chulería como freno de mano y no pudiendo frenar a tiempo para el choque, un pájaro se coló por la ventana y le silbó que la vida no es lamento, sino más bien es paso del tiempo, que no llorase en su cuarto lo que podía reír en pleno enero disfrutando sus andares de reptil...y así lo hizo que entendió la locura en los piares de un pájaro extraviado y sin más justificación que ésa corrió hacia fuera, no hacia la cafetería donde servían la sangre de los amargados, sino a donde caen las hojas en cualquier momento del año por ser rebeldes y poder reírse del orden.
[...]
Al cabo del tiempo, quizás 2 semanas o más, Sofía apareció por el campo de las hojas rebeldes y lo vio, sentadito en su sombra, leyendo sin remedio esperando a que el sol le dijese que ni una página más le dejaba antes de irse a la cama.
Buscaba ella la paz que le ofrecía el viento y su cuna y no encontró más refugio que el que él ideó.
Corriendo a paso lento llegó hasta él y con el corazón acelerado quiso saber por qué le habló así.
Sofía siempre fue controladora porque pudo, no porque lo sintiese así y nunca nadie la dejó sin opciones a su alcance total, sintió la atracción que se siente por la dificultad y le brillaron los ojos, pero sólo se dio cuenta el susurro del agua cerca de ellos y, aunque ambos sonrieron, ninguno se percató.
[...]
Hoy día, años después, aún les brillan los ojos; Sofía aprendió a ser persona y no muñeca y Marcial corretea por los recovecos buscando sentido a su vida, pero separados aunque juntos.
¿Quieres saber qué pasó?
Cierto día, entre besos y caricias ambos se dieron cuenta de que nunca se cansaron ni un poco, que nunca habían alzado la voz si no era para reír, gritar o gemir, siempre en bienestar...y en búsqueda de esa dificultad, esa búsqueda atávica y neurótica por la dificultad, ambos corrieron en direcciones opuestas, sin mirar atrás, ambos sonrientes sabiendo que no se distanciaban de su felicidad, sino de la facilidad con la que la habían encontrado. Corrieron sin temor a que los tumbasen las olas, a que el viento les trajese cenizas a los ojos y que el hambre les marcase los huesos porque sólo querían darle un beso a la vida y descubrir que...
[...]
La boca del destino es profunda y excitante, sus besos son pausados y sensuales, dejan embaucado al que se atreva a mirar sus labios y aniquilan al que se lance a beber de su saliva, pero todos descubren la verdad universal, y es que, en contraposición a lo que sería un fumador habitual con una boca con sabor a tabaco o un bebedor de café habitual que tuviese una boca con sabor a la amargura de los rituales cotidianos, la boca del destino... Te deja en el alma una herida que se cura cuando otra boca la besa, otra buena boca, una herida que duele hasta morir porque se desangran las ilusiones y esperanzas, y todo ésto se debe a lo que descubrieron Marcial y Sofía; la boca del destino sabe a ceniza.

lunes, 27 de febrero de 2012

45ª entrada. Carreteras de un solo sentido:

Llega la noche, hoy he decidido relajar al altavoz, está acurrucado en el silencio, ha parado de vibrar y no se escucha más que el mecánico sonido de las teclas al chocar con la impresión digital.
La luz sólo proviene de una lámpara que no me apunta, sólo veo una parte de mis dedos y algunas teclas, pero da igual, llevo tanto escribiendo tantas cosas que sé dónde está cada tecla.
A lo largo de mi vida he sentenciado mi vida a muerte junto a un teclado, la he escudriñado de forma que sólo quedase del problema la atomización; vencí mis cánceres, es lo que quiero decir.
Llevo unos días incapaz, como si una cuerda estuviese tirando de mí cada vez que sitúo mis manos sobre el teclado y éstas amasan la mezcla de teclas con una suave pasada momentos antes de empezar a escribir; escribo un par de párrafos, no me gustan y los borro.
Me había pasado un par de veces, pero nunca de manera tan seguida, quizás me esté haciendo viejo y mis canas las cubra el color del viento.
Al margen de mi situación, quería hablaros de los cambios, defino el cambio como un proceso por el cual, el sujeto de estudio pasa de una situación A a una B de cualquier forma. El cambio puede ser de varios tipos, pero hoy me centraré en los cambios psicológicos relacionados con la situación del individuo y sus picos de dopamina, así empieza:
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En un pueblo tranquilo donde sus habitantes dormitan a media noche, desde la lejanía se puede observar un único humo. No proviene de ninguna chimenea, ni de ningún tren. En la cercanía, junto a los grillos que dominan la sinfónica del lugar, en un tejado, un chico fuma de su cigarro.
Sus pensamientos giran en torno a su vida, piensa en el cigarro y en cómo se consume, pero no lo une de ninguna manera, no piensa en la vida como una línea que se acaba, sino como una curva que no sólo simboliza el tiempo, sino el bienestar.
Su curva es extraña, es el único chico del pueblo capaz de pensar, el resto es totalmente incapaz, al parecer una mutación lo dotó de esa capacidad. El resto del pueblo podría vivir al margen de lo que pase, les daría igual, correrían de igual forma por su carretera, sin molestar a nadie.
Es un pueblo corriente pero alejado, no necesitan nada interesante, pueden vivir en la monogamia relativa entre personas del pueblo sin problemas, aunque, claro está, surgen, con el tiempo, problemas como los de este chico.
Por votación popular este chico se llama Eric D., pero no os hace falta saberlo, sólo quería darle algo más que un caso.
Eric es consciente de que algo pasa, de que el mundo a su alrededor es totalmente estático y de que el mundo ha dejado de sorprenderlo, así que su curva, ahora mismo, está por debajo del 0 en cuestión de bienestar. Se siente aislado, grisáceo y llamativo, pero nadie comparte sus sentimientos de extrañeza con él, así que es una persona llamativa que nadie se ha dignado a mirar.
Eric, varias veces, se ha puesto en el camino de sus habitantes y ninguno ha hecho más que buscar una ruta alternativa, sin pensar, sólo ejecutando un programa base de reparación temprana de errores, proporcionado por sus padres, de igual condición.
Eric observa que se forman parejas de forma totalmente aleatoria, pero que él no está interesado.
Con el tiempo, Eric se va, pero nadie hace el amago de impedírselo, ni siquiera se dan cuenta.
Por si queréis saberlo, se estableció en una zona intermedia de una montaña cercana, mediante su observación, aprendió a construir viviendas, así que se hizo la suya propia en poco tiempo, la cuál fue mejorando. Se abasteció de semillas de distintas plantas para comer y de alguna que otra arma que intentó reproducir por sus propios medios, así, la línea de Eric permaneció en el 0 absoluto; en busca de la felicidad.
Más adelante, Eric consiguió ser totalmente autosuficiente y no necesitó nunca más volver al pueblo a coger algo que le hiciese falta, en este momento, Eric es una persona aislada y presenta una línea opaca por encima de 0, la que se ve, sin embargo, una línea transparente por debajo de 0.
Mientras tanto, desde que Eric se fue, una chica estaba presentando la misma patología que él, ella se llamaba Nara.
Nara tenía unos 5 años menos que Eric, pero vivían en zonas totalmente diferentes del pueblo, así que nunca llegaron a verse, además, ella no tenía vicios nocturnos como Eric, así que nunca llegó a verlo fumar en su tejado.
A los 20 años, Nara, al igual que lo hizo Eric, huyó. Lo hizo hacia el mismo sitio que Eric y lo encontró. De manera resumida os podría contar que Eric permitió a Nara vivir provisionalmente en su casa mientras construían una al lado, pero con el tiempo, la casa quedó a medias y Eric y Nara comenzaron una relación.
Nara, que no era partidaria de los malos hábitos, echó sal en las plantaciones de tabaco de Eric, pero a él le dio igual, un cigarro en la boca le quitaba tiempo para besarla.
Ahora, ambas líneas de Eric y de Nara están por encima de 0, muy por encima.
Me gustaría poder decir que esta relación acabó y que todo terminó, pero no fue así y, fatídicamente, tuvieron 3 hijos; Gustav, Zan y Danna.
Los 3 hijos conocieron a más librepensadores del pueblo y se organizó una nueva ciudad, a pocos Km del pueblo en la que había pensadores.
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Realmente, la historia no tiene nada de increíble, ¿verdad?
Y si piensas; ¿realmente pensaban? ¿Por qué todos fueron al mismo sitio?
El pensamiento es algo tan efímero como la elección. Todo lo que elijas ya estaba elegido, tú sólo tienes la ilusión (falsa) de que tomas la decisión por ti mismo pero todo lo que hagas es unidireccional, por lo que pudo haber estado escrito previamente, lo que nos lleva a pensar en el destino.
Quien sea que piense en el destino sabrá que haga lo que haga, no llegará a más ni a menos de lo que se le presenta asignado y quien tenga que morir siendo empresario dará igual la vida que lleve, en el último momento llegará a serlo, así como el que está destinado a morir sin hacer nada dará igual cuanto haga, pues su vida estará sentenciada.
Tanto Nara como Eric estaban sentenciados a cumplir su vida y su función, en ningún momento decidieron huir, creyeron haberlo decidido...sus vidas estaban igual de determinadas que las vidas del pueblo; es decir, no eran los primeros pensadores, sino que fueron los primeros en creer que pensaban.
Por ello, las ciudades se construyen con ilusiones y no con realidad, porque la realidad es triste, casi tanto como una línea por debajo de 0, por éso, la mentira, la subrealidad, la inconsciencia...todas son partes de un final que valga la pena.
Mi trabajo es mentiros para que, al final saquéis una lágrima o una sonrisa...mi trabajo...como si lo supiese. ¿Acaso he perdido la ilusión hasta el momento de que asumo mi existencia? ¿Asumo que todo este amasijo de letras no es más que mi triste desamparo por no poder concluir con elecciones?
Sé que hay un destino, pero no sé nada de él, ni siquiera sé si es dulce o amargo, sólo sé que hay. Da igual cuánto me esfuerce en algo porque mi destino ya habrá decidido cuánto creo que me estoy esforzando, cuando, en realidad, es mi única elección.
No existe elección, por tanto, no existen culpables ni inocentes, sólo perdedores que entraron en este juego y alguien les dijo que tenían elección. Un juez, alguien que estaba destinado a juzgar, aspira a quitarle su sentido al destino, es asumir el papel de un dios.
Así que da igual cuántas lágrimas derrames o cuántas sonrisas fabriques porque no lo estás haciendo tú; ni siquiera puedo hablarte en segunda persona cuando respiras, piensas, caminas, bebes...todo éso está programado; todo está decidido.
Nos pagan por actuar y el público sabe el final, mas nosotros no. Me frustra creer ser consciente y, a la vez, caminar como el borrego que soy hacia el final del precipicio hasta caer.
Tengo medio cuerpo roto y otro medio sufriendo por mí mismo, ¿hasta qué punto aguantará mi triste máscara que no hace más que tapar el desconsuelo de quien no tiene más mentiras ni para sí mismo? Ha llegado el momento de contaros que la máscara se agrietó y que de ella sólo quedan las cenizas que la componían; me acompañó desde el principio hasta aquí, pero su destino era morir entre letras; contaros cómo estoy realmente; ofreceros mi sinceridad de plata y pagarés.
Aquí me tenéis; podéis juzgarme o sólo matarme, el tiro dará igual, siempre irá a mis ojos, es mi destino; vivir ciego, morir entre lágrimas que escuecen.

domingo, 15 de enero de 2012

44ª entrada. "La imaginación al poder":

Yo siempre he sido parte de un nada existencial, siempre me ha asomado a precipicios para sacarles fotos y recordármelos en mis tardes de alunizajes. 
He viajado por cientos de miles de millones de lugares y nunca he agarrado la felicidad con un lazo y la he dejado atada a mi mochila de viajero, llena de los utensilios básicos para el buen superviviente, un machete para cortar la desesperanza, espuma para suavizar el afeitaje de las mentiras que te impregnan la cara, una linterna para alumbrar verdades que nunca reflejan y una sábana para tapar la desilusión y hacerla desaparecer en el calor de las sonrisas de las estrellas. 
Poco a poco, he ido llenando mis manos de heridas, ya no escriben tan deprisa como cuando le lloraba a la luna pidiéndole clemencia, que me dejase dormir, que se me secaban los ojos de tanto escrudriñarla. Mis ojos ya no ven tan bien, uso gafas para que el viento que me soplan no me joda mis pestañas y para que la lejanía no se difumine entre loco y cuerdo. Mi voz se ha quebrado por la compañía con lo pernicioso del poco etanol que consumo y el mucho humo que he difuminado entre mi tráquea y mis escapatorias programadas. Mi olfato se ha acostumbrado al olor de los muertos y la pobredumbre de los pucheros de mamá, esos pucheros que levantan el calor del ser con una simple ristra de elementos vitales banales. 
Cuando me preguntan por mi vida respondo que bien, no he podido vivir una mejor. Tengo de todo sin poseer nada y vivo del miedo como primer y único principio. El miedo a perder todo lo que no poseo y a caer por debajo de mis cimientos y volver a encontrarme con mi enmascarado preferido, miedo a acompañarme de él, de nuevo, para componerle versos al llanto, a las sonrisas derrumbadas y a los fumadores asiduos de lagunas mentales. Por ahora, mi amigo, sigue allí, encerrado entre barrotes de madera y metal, durmiendo por milenios, sabiendo que volverá a trabajar, pero no será hoy, por éso está tranquilo, por éso yo lo estoy. 
En mis cientos de miles de millones de viajes he visto de todo y de nada, pero primero de todo, desde aves que se lanzan a por mamíferos más grandes hasta ratones bromeando a la mesa entre vinos y queso, pero no me cansan las visiones magistrales que me presenta el destino, más bien aprendo de cuánto hay y de qué poco está compuesto. 
Mendeleiev se la jugó a los presocráticos con sus elementos, pero también a los metafísicos cuando dijeron que todo era único, les dio una razón para seguir fascinados con la individualidad del ser, les hizo pensar que eran aún más únicos...y ninguno pensó que los hacía más solitarios, ellos pensaron que eran aún más compatibles con la regla del octeto, siempre ha habido una razón para sonreír ante la adversidad, supongo... 
He viajado en nube, en mariposa, en barco de juguete y en trenes de bambú, pero lo he hecho tan rápido que no he disfrutado del transporte, sólo de la fuerza del viento cuando vuelves de tu viaje a tus vivencias normales. 
Al final, entre paso y paso, vienes y vas, sobre todo si tienes contratada tu propia banda sonora y golpea tus oídos como si quisiesen boxear con tu subconsciente, porque la vida está para vivirla, supongo, y lo principal es que la campana que anuncia el siguiente ring, sea dulce con la armonía y valga para salar tu sudor cuando te estremezca la sinfonía que te tiene preparada el destino. 
Y es que da igual cuánto lo hagas, siempre descubres algo nuevo y siempre te saca los sentimientos más tapados, porque así es la imaginación, una gran ventana por la que el mar te susurra cuentos de barcos y piratas, cuentos de ángeles y demonios o historias sobre una prostituta y un ricachón, porque hasta el amor tiene cabida en una parte que controlamos, más o menos, de nuestra mente, porque vivimos entre imaginación y arpas desafinadas, vivimos en la inexistencia, y éso nos define. 
Así que la vida se queda coja cuando le das poco sentido a la imaginación, déjala volar, que remonte tu vida, querido lector.