viernes, 5 de agosto de 2011

Trigésimo quinta entrada. Elecciones:

 ¿Y qué hay de cuando piensas que el futuro no tiene color porque tiene tantos caminos a tomar que depende de lo apesadumbrado que estés para que se coloree del tipo de arena que levantes al andar?
Evidentemente no tiene sentido jugársela al camino más bonito porque ahí será donde se esconda el psicópata esperando, con su arma, a reducir tu esencia a la sangre que borbotee, aunque todo el mundo sabe que ésa sería mi elección favorita.
No elegiríamos el camino más apoteósico porque seguramente ahí estén los monstruos más esotéricos que podáis imaginar, resguareciéndose de la luz para no ser vistos ante sus propias conciencias.
El camino más neutral es una buena elección, pero hay tantos neutrales que debemos analizar cuál es el más neutral, ahora que lo hemos encontrado procederemos a cruzarlo y así lo haremos, andando con paso relajado porque habrá que tener cuidado con cualquier amenaza y estar preparado para correr o para retroceder.
Se supone que hemos llegado al destino deseado y ahora debemos decidir cómo vamos a sobrellevar el hecho de haber terminado el camino; podemos simplemente desilusionarnos progresivamente, morirnos para hacerlo con ilusión o podemos simplemente negarnos a olvidarlo y repetir el camino tantas veces hagan falta para haber echado a perder la vida.
Yo, que siempre he sido de quererme morir pero nunca de ponerlo en práctica me decido a elegir la primera, desilusionarnos es la apuesta que más se acopla a la ley neodarwinista y a su afán por buscar la supervivencia. Ahora que somos personas amargadas sin ningún propósito vital más que recordar cuando aún éramos felices no nos queda más que amargar a los demás porque será así como podremos desahogarnos, hasta el día que alguien nos diga lo que somos porque son personas que se han tragado su amargamiento y decidieron vivir al margen de sus sentimientos, aunque los sufran, pero sin mostrarlos si no son felices.
¿Entonces qué debemos ser? ¿Un amargado o un escritor empático? Yo me la jugaría a la segunda porque tiene mejores aspectos sociales y momentos eróticos que el amargado se negará a aceptar.
Ahora que somos escritores empáticos vacíos y huecos es cuando debemos responder ante nosotros mismos; acaba de aparecer un camino oscurísimo, pero la única posibilidad de avanzar...
¿Qué haremos?
En fin, paso a paso montamos el entramado de sinfonías que llamamos pisadas de plomo. Como un piano vamos pisando la parte más clara y la mezclamos con la más oscuras, nos da igual si el mal sale de la oscuridad o nos enseña sus garras a la luz, la cosa es que destroce nuestro espíritu a la altura del tobillo y nos regale los besos de la parca, ésos de color morado, más que la lombarda.
No, no escucharemos nuestro requiem, ni el llanto del primero que se entere, sólo el apetito del monstruo alegrarse, sólo el cuerpo de la muerte excitándose con nuestra lengua, nuestro cuerpo, nuestro calor...sólo la felicidad que hemos dejado atrás...
Aún así, muchos vivirán al margen de que les falte con qué andar, cegados por algo más que su prepucio y su vista al sol, cegados por amor al arte, a la vida, al placer y a la música.
Y así, los más renegados no morirán bajo el ansia del monstruo que los guardó en su despensa para cuando quisiese comer alma, sino que vivirán bajo la sombra de árboles llenos de arrugas, como la vejez o la ambición del resto, vivirán bajo el cobijo de hojas secas que simbolizarán esfuerzos perdidos por vivir una vida de ensueño...y llegarán a la explanada, la última parada de sus viajes.
Esta explanada que les nombro no será otra que el lugar donde la bella durmiente aparcó su necesidad de amor, donde la bestia de Disney lanzó sus plegarias a alguna que otra margarita y donde la sirenita acarició su pelo con un tenedor de cobre, una piedra fria con recubrimiento de seda que te invita a repostar tu cuerpo marchito, dañado por el hambre del resto o por el simple aburrimiento/excitación de la muerte.
Somos los viajeros que llegaron a su destino.
Bien, ahora sí escucharán los llantos de los allegados, el tiempo con su olor a canela y a café, las manos frotadas del fabricante de tu coche de madera de roble...ahora sí, puedes decir que has llegado a donde nadie más interceptará tu camino, donde recorrerás solo el último trecho.
Amiga mio, te tiendo mi mano temblorosa, no porque lo necesites tú...sino porque me niego a ser incapaz de contarle a alguien lo que veo, soy incapaz de ver a la bella muerte, sus labios de lombarda y su aroma a rosa sombría, porque soy incapaz de despedirme de ti.
Nunca más me digas adiós, querida inspiración, mi mejor amiga.

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