jueves, 27 de mayo de 2010

Quinceava entrada. Lejos:


Hoy la luna se ha puesto un precioso traje de cristal. brilla sin cesar con nuestra atención fijada y mientras tanto, pequeños trozos de aquel maldito y transparente vestido caen. Harto de tanta ignorancia decido, para probar suerte, sacar la lengua y embriagarme con uno de los cristales.

Me atraganto con un poco pero decido seguir. ¿Será posible que soy tan estúpido? ¿Qué me he hecho yo para hacerme ésto? Y mientras tanto, allí en la inmensidad de la negrura allí brilla.
¿Acaso me desafía? ¿De verdad quieres que vaya? Es tan larga la distancia y las ganas que mis piernas tienen de empezarla...pero mi mente me para. No es más que un poco de frialdad, todo es ver un poco de locura en todo y empezar a creer que todo se desgaja a la altura del más mísero ser que exista.
No olvidemos sus zapatos de cristal, oh, maldita luna, que me pisas sin pudor creyendo que tienes derecho.
En su humilde, inmenso y amoratado escenario está y mi hambre desata, más que comérmela no quiero. Pero, ¿por qué me hace esto? ¿Qué quiere? Deberían prohibirle hacer tanto daño a un solo ser humano.
Sin embargo aquí sigo, pues la luna no se va a dar cuenta, el sol va a brillar después y la va a tapar, ya sea porque es estúpida, porque yo no quiero andar o porque simplemente todo no es más que un chiste de mal gusto.
¡Oh, vamos, acércate!
No, mejor que no se acerque, que la locura, el dolor y la tristeza más que urticaria no me causan.
¿Pero qué digo? Anda, callado mejor.
Desaparece de mi pensamiento, maldita idiota pálida. ¿Acaso te crees que ese traje de cristal es suficiente para aferrarte a mi imaginación? Sal ya de esta putrefacta habitación.

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