sábado, 3 de julio de 2010

Decimo séptima entrada. Misericordia:





Me han cortado las alas, me han rebanado los dedos, me han arrancado la lengua...y aún así aquí estoy, contra vosotros, víboras.
Me han insultado, me han golpeado, me han humillado, me han escupido, se han reído de mi...y aquí sigo, contra vosotros, víboras.
Siento de verdad esta profundidad en mi pecho, mi hueco, mi profundo mar de dudas que sólo pueden responder tardes de reflexión.
Soy el vástago de vuestra ira, odio y desprecio, pero no por ello os odio, simplemente...estoy contra vosotros, víboras.
El motor que mueve mi vida se ha parado por los latigazos, golpes con barras de hierro y balazos al alma.
Ahora, que arrastrándome he salido y con otros ojos veo todo. Ahora que la verdadera luz me ciega y ahora que mis lágrimas derrochan felicidad...ahora es cuando más os perdono.
Salto y caída en mi vida han ido de la mano, nunca comprendí por qué os empeñabais en ponerme esos obstáculos.
Sigo sin poder recordar sin pena y melancolía momentos en los que vosotros, que me habéis destruído, me brindabais sonrisas, risas, detalles preciosos...
Recuerdo a cada uno con un nudo en la garganta preguntándome por qué. Recuerdo el primer golpe duro de mi vida como el comienzo de mi metamorfosis, y lo recuerdo fuertemente porque no sólo perdí por una parte que en un principio creí importante, sino porque perdí un amigo.
Más adelante, habiendo olvidado todo, la vida volvió a darme algo de tiempo para respirar y una vez cogido suficiente aire, las víboras volvieron a golpearme. Sólo quería sonreír sin necesidad de nadie y pedí espacio...ahora recojo odio, ira...por pedir espacio, por pedir mi vida.
A vosotros, víboras que os aprovechasteis de mis dudas para ponérmelo todo en contra, a vosotros...sí, os he llegado a odiar, pero no os odio, no creo que sirva de nada. Sólo...pido perdón por no haber sido algo más espabilado y haberos esquivado, ahora os creeis vuestras propias mentiras contra mi, y, perdonadme pero, eso es patético.
Después, después de pensar muchos "y si hubiese..." llegué a conclusiones sin sentido en las que yo era culpable de todo y merecía la muerte. Me ahogué entonces en mi y decidí que merecía sufrir, así me castigué y así os complací sin que lo supieseis, nunca conoceréis la historia, pero os aseguro que me hicisteis sangrar.
Más cercano al presente, cuando había cogido una brizna de aire, la vida me da el revés más fuerte de mi existencia. ¿Qué podía hacer contra la nada que ocupaba poco a poco mi mente? ¿Luchar? No, dejé que me consumiese y la sangre se multiplicó. En ese momento, víboras, hubo segundos de tensión en los que me pudisteis haber perdido, pero...fui fuerte.
Ya casi en el presente, mi mente y mi necesidad de expresarme me la juegan y caigo rompiéndome parte del cráneo. ¿Por qué pasó eso? ¿Era realmente necesario quitarme razón? El caso, queridas víboras, es que sufrí porque por un momento me vi acallado para siempre, y así cerré mi boca, grande como ella sola.
Ahora, creyendo que había llegado hasta aquí consumiendo y no llorando, me doy cuenta de que...soy realmente estúpido.
Os dono mis ojos, la realidad ya no me gusta. Os regalo mi cabeza y mi habilidad para sacar sonrisas a quien llora, no me va a hacer más falta. Os facilito mis piernas que han llegado al punto de levantarse solas si alguien me tira.
De nada, víboras, ahora, aprended a ser hombres y mujeres, porque podéis serlo. Ahora centraos en lo realmente necesario, porque os chocaréis con la primera farola que se os cruce. Alegraos, habéis cumplido vuestro cometido y me habéis hecho daño, tanto los que me lo quisisteis hacer como los que no, pero tranquilos, no os guardo rencor, quizás no sea Dios, pero soy misericordioso hasta hartar.

0 comentarios: