lunes, 28 de noviembre de 2011

42 entrada. El color del llanto. El llanto más blanco:

"Al caminar hacia el frío del invierno se te seca la boca, moquea tu nariz y tu garganta se hace amiga de una irritación que te hace hablar como si quisieses cantar soul. Tu cuerpo se pone en contra, aún más, cuando se enfrían tus lacrimales."
Más de una vez conté que me gustaba mirar por mi ventana, dejé de hacerlo porque no era viable, el mundo giraba a otra velocidad, a la velocidad que me hacía pensar que iba descontextualizado, a la velocidad a la que va Fry cuando bebe 100 cafés y es capaz de ver el vuelo de un colibrí. A la velocidad a la que matan las balas o salvan los latidos, a la velocidad del pensamiento y de la muerte. A la simple definición de velocidad, mientras que yo la perseguía con paso de torpe cómico que lleva ritmo lento.
Mientras la vida derrapaba en cada curva del destino, yo la cogía con miedo a caerme y casi siempre lo hacía, no tardaba mucho en besar el suelo frío de los mil inviernos que han pasado por delante mía.
Así pues, creo que, la mayoría de las veces que he escrito, lo he hecho cuando resbalaba sobre el hielo del deshielo, sobre la muerte de la vida y sobre la sonrisa de los condenados. En cualquier caso, lo hice sentado sobre un suelo que me enfriaba el culo y los huesos, un frío que me hacía querer levantarme, por éso mis dedos se deslizaban sobre el teclado como si bailasen un tango mortal o como si hiciesen breakdance.
En este caso, las lágrimas caen oscilantemente, como una hoja que se independiza, de un lado a otro, balanceándose sobre la vida. Describen un movimiento en zig-zag porque esquivan palos y demás reveses de la vida, lo describen porque saben bailar, porque conocen la música y gustan de mostrarlo con un ritmo claro y divertido.
La gente disfruta de tales partículas, caen dulcemente con sonrisas de niños, con trineos que se renuevan o con abrigos incómodos que dan igual, las partículas alegran al reflejar el sol tanto que puedes hasta quedarte ciego.
La vida debe ser, por tanto, del color de la nieve, ¿de qué otro color puede ser un llanto? No tendría sentido que el llanto fuese de otro color porque la alegría es la vida y la vida es blanca, como la nieve, como la sonrisa de los niños o como la palidez en la muerte. La vida es blanca...o no...
Cuando la gente vive sobre sus posibilidades, derrapa...pero no tan bien como la vida, no con tan buenos resultados, cae y revienta su alma. Los llantos blancos generan euforia y, la euforia, nos lleva a acelerarnos en las curvas. Dejamos a un lado nuestro ritmo y nos ponemos el disfraz de corredor...y corremos...hasta que caemos, hasta que destrozamos nuestro escuálido cuerpo con un suelo frío y duro, tanto como el hielo, tanto como la vida.
No somos capaces de aguantar lo que deberíamos, así que, cuando nos quitan cargas y nos volvemos livianos, corremos felices, llorando lágrimas blancas de emoción y felicidad...hasta que de nuestras lágrimas de emoción y felicidad sólo queda un reguero de agua salada que serpentea por el gélido suelo, bailando con un reguero, aún mayor, de sangre caliente que derrite la realidad que construimos y deja ver el hielo con el que resbalamos...
Vivimos, pues, por encima de lo que podemos en cuanto se nos permita...
Somos algo más que pobres niños inconscientes, pero no mucho más...por éso lloramos de emoción y mezclamos nuestra emoción con el sufrimiento del próximo llanto, por éso el segundo llanto es rojo...

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